La emigración de científicos y tecnólogos es un fenómeno que se viene comprobando en la Argentina desde hace mucho tiempo. Este proceso fue advertido por Bernardo Houssay en 1962. Este médico argentino fue impulsor del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) y consideraba benéfica la emigración temporaria, en función del aprendizaje y el perfeccionamiento, pero por el contrario, sostenía que “la emigración definitiva nos daña seriamente”.
En décadas anteriores las principales causas por las que grandes talentos argentinos debieron expatriarse fueron las persecuciones políticas o religiosas. Históricamente, el mayor éxodo de científicos e intelectuales de la Argentina se produjo a partir de 1966, cuando se instauró la dictadura militar conocida como "Revolución Argentina", que lideró el teniente general Juan Carlos Onganía. En la actualidad las causas son otras y se originan, básicamente, en cuestiones económicas y falta de interés por la investigación científica.
La emigración de científicos se da, sobre todo, en los jóvenes recién egresados del sistema universitario, que se van, como un primer motivo, porque no encuentran ubicación en nuestro medio debido a la escasa cantidad de cargos disponibles. Esta juventud inexperta que no tiene nada establecido en este país parten en busca de nuevas y mejores oportunidades hacia el exterior. Entre los países que reúnen mayor cantidad de científicos latinoamericanos en su haber se encuentran Estados Unidos, España y Canadá. Estos países desarrollados reclutan jóvenes científicos brillantes de todas partes del mundo.
“Los gobiernos no tienen en cuenta el perjuicio económico causado por la exportación de la mano de obra altamente calificada. El país pierde mucho dinero cuando solventa durante años los estudios de una personas y ésta desarrolla su actividad laboral en el exterior” dice el economista Mariano de Miguel, uno de los autores del informe “Escenas en la batalla global por el talento”.
Como argentinos y futuros responsables del bienestar de nuestra nación somos partícipes de esta paradoja: los países más postergados subsidian la actividad científica y la economía de los países más poderosos del mundo, acrecentando así la brecha de desarrollo.
Actualmente existe un programa llamado RAICES que fue creado por la Secretaría de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Nación (Secyt). Con el objetivo de difundir las actividades científicas y tecnológicas del país en el exterior e incrementar la vinculación entre investigadores argentinos residentes en el país y en el extranjero, entre otros. RAICES (Red de Argentinos Investigadores y Científicos en el Exterior) pretende promover la permanencia de investigadores en el país y el retorno de aquellos interesados en desarrollar sus actividades en la Argentina. Muchas empresas están apoyando y solventando el programa RAICES: Esso, IRSA, YPF, Arcor, Bunge y Born, Fullbright, Cargill, Ledesma, Ingenium Siemmens, Banco Nación, Banco El Suquía, Banco Francés, Banco Provincia de Buenos Aires, Fundación Bioquímica, OSDE, Roberto Noble, Sales, Diario La Nación, Aguas Argentinas.
Otras medidas han sido tomadas con el objetivo de disminuir las preocupantes cifras que remueve este fenómeno. Entre ellas, los Subsidios de Retorno del Conicet, que permitieron repatriar 185 científicos en el 2004 y la creación de una bolsa de ofertas profesionales especialmente para nuestros especialistas.
Seamos concientes las propuestas planteadas aún son insuficientes para darles el lugar que se merecen a la ciencia y la investigación. Tiene que incrementarse la faceta productiva de nuestro país y de esta manera contaremos con los subsidios necesarios para cubrir los costos de una buena investigación, que no carezca de materiales ni talentos. Ya en 1940, Albert Einstein advirtió que en el futuro "solamente serán exitosos los pueblos que entiendan cómo generar conocimientos y cómo protegerlos; cómo buscar a los jóvenes que tengan la capacidad de hacerlo y asegurarse de que se queden en el país.
Para el futuro, con el plan de llegar a tener una planta de investigadores acorde con la realidad mundial, solamente en la carrera de investigador del Conicet se deberían estar incorporando unos 500 nuevos científicos por año. Al respecto cabe destacar que actualmente la Argentina tiene unos 1100 investigadores por cada millón de habitantes, mientras que España tiene alrededor de 3000.
Ha cambiado el clima de trabajo en el país, y esto provoca el regreso de muchos científicos que siguieron su formación y su trabajo en el exterior. Es de esperar, entonces, que cese la larga fuga de cerebros que hizo que se perdiera a científicos formados con enorme esfuerzo social, para lo cual la política científica argentina debe trazar una estrategia a mediano plazo, capaz de integrar la labor de investigación con la producción, multiplicando la inversión pública y también la privada dirigida a la producción de conocimiento.
La ciencia, además, debe ser objeto de una mayor promoción cultural. Desde la escuela primaria deben difundirse los estilos de pensamiento y de trabajo científico.