De amor y desconsuelo

Se rompen las copas donde bebimos, se destrozan en millones de pedazos aquellos centímetros donde besamos lo mejor de nuestra historia. Aquella bebida del amor; con sus burbujas, su sabor, con todo el frenesí que lleva por esencia; ese mismo que hoy se desarma ante el tic tac desesperado de un reloj que sólo quiere dejar de contar recuerdos.

Puede que la vida nos vuelva a encontrar, que algún día de su mano, volvamos a coincidir en algún lugar de este amplio universo. Solo ella podría lograrlo, ya que, nuestras voluntades están sitiadas por el dolor. El tiempo es sabio y sabrá si es conveniente volvernos a cruzar. Sin embargo, por encima de aquello, existe una verdad que ninguno quiere reconocer.

Hay personas en nuestras vidas con las cuales forjamos lazos invencibles, marcados a fuego desde ese mismo momento y para siempre. Esa unión viene de las raíces, de la historia compartida, de los segundos que se cuentan de a dos, y siempre, valen mucho más.

Hay algo en vos que quizás nunca más pueda encontrar en alguien más; sos vos. Cada ser humano es único e irrepetible. Hay algo mío con vos que nunca va volver a surgir. Esta historia, que hoy cierro para nunca más volver a mirar atrás. Hay algo mío que se fue con vos; es aquello que me hace escribir, lo mismo que, por momentos, me hace sentir desesperadamente sola.

Hay caminos que no volveremos a andar por nuestro propio bien; para protegernos del dolor tomamos rumbos distintos. Pero todavía está ese viejo temor, traicionero, que nos acongoja frente a lo desconocido.

Crecemos aprendiendo; aprendemos resolviendo contradicciones; nos contradecimos viviendo. Como “alguien” dijo alguna vez: a vivir que son dos días.