Lo bueno y lo malo se desprenden de un mismo cuerpo. La sombra desaparece al llegar el día. El filo del cuchillo que no puede cortar el fuego se acerca hasta mis venas. Tendrá un fin este cuento. Apretando los dientes me someto al cruel silencio que pudre mis entrañas.

Esa línea que separa los abismos entre tu mirada y la mía. Ese margen casi perfecto: la puerta que te invita al cielo o la entrada al mismo infierno. Un espíritu errante que flota en el aire que no tiene casa ni puerta por donde entrar.

Quisiera que salga el sol en medio de esta noche, quisiera encontrar tus brazos que me atrapen al caer.

Todo va perdiendo sentido a mi alrededor. Los muros de este mundo profano cada vez me aburren más. Sobran lágrimas que ya no puedo evitar. Es una esperanza que jamás va a llegar, una ilusión desesperada que morirá en mis labios cuando quiera hablar.

Un destierro no vendría mal. Para seguir viajando sin pagar por caminar, por ser y respirar. Resulté no tener más regalos para aquellos mendigos que reclaman amor. Terminé acabada una y otra vez, derrotada en el cansancio. Me voy mezclando con los fondos del paisaje, quiero ocultarme por no poder escaparme.

El filo que mate, borrará tus males y mis penas infinitas. El fuego que acabe con toda esta mentira y una luna que llore en esta noche fría.

Quisiera yo saber que crimen debo pagar, todavía no comprendo como un ciego pudiera ver. Quisiera devolverte tu razón, darle un rumbo a toda tu maldad. Quitarte el sueño y la tranquilidad.
Y quién podría notar mi falta, una ausencia desapercibida, un espacio vacío que nadie querrá llenar.