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Tormenta









Entre sueños escuche que empezaba a llover.
Un rato antes de dormirme la tormenta se agitaba adentro mío, en mis ojos, en mi pecho.
Sentí cómo lentamente me caí en un pozo lleno de oscuridad. Con frío y rodeada de sombras cerré mis ojos. El dolor se apaciguaba lentamente; mis parpados estaban más pesados y mi cuerpo comenzaba a relajarse cada vez más. En silencio, mis lágrimas se secaron con la almohada. Mientras mi tormenta fingía dormirse; afuera empezaba una nueva. Y así empezó a llover, y así yo la escuchaba como furiosa agitaba los árboles, y revolvía sus hojas. Hizo llorar a las nubes intentando calmar su propia tristeza que no le permitía seguir así.
Y por la mañana ya todo había terminado para esa tormenta. Pero aún así mi tormenta seguía en mí. Se agitaba en mi interior, recorría todo mi ser. Como una revolución que nace sin nombre, sin dueño, sin destino. Como si fuera una bala, buscando el blanco perfecto. Así este alma oscura, triste, atormentada, así de esta manera estoy hoy. Buscando en tu voz algún rastro de alegría pero no lo encuentro. Rogando al cielo que mientras el día pase la tristeza se aleje al igual que la tormenta hizo durante la noche. Y aunque solo encuentre paz cuando el sol caiga por lo menos te habré alcanzado.

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1 comentarios:

Niégal Krúxluimid dijo...

Todas las tormentas pasan, las físicas y las del alma, porque están regidas por los mismos principios. Pero no todos se vuelven a despertar después de una tormenta.

Por fortuna, tu espíritu es suficientemente fuerte para resistirlas. Suerte :)